La actividad transformadora del cereal por la acción mecánica de piezas elaboradas comenzó con el simple roce entre una madera o piedra tallada, frotada contra una piedra plana o cóncava para desmenuzar el grano. Estos molinos ya se utilizaban en la época castreja, antes de la romanización, en Galicia.
Con la invasión romana aparecieron los molinos manuales circulares. Con una pieza de piedra fija y otra móvil y mediante el uso de la fuerza muscular, triturar centeno, trigo o cebada, moviendo la piedra superior empujando la mano en sentido circular.
La Alta Edad Media trajo consigo la incorporación del molino de agua en Galicia y se supone que su aparición está ligada a los monasterios que los introducirían allá por el siglo XI.
Los más abundantes en Galicia fueron los molinos que movían las muelas con la rueda, una pieza de hierro que todavía podemos ver en la boca del infierno en algunos molinos. En las aceas, la maquinaria era impulsada por una gran rueda hidráulica que se movía con la fuerza de la corriente y se colocaba en un lado exterior del edificio. En las zonas costeras aprovecharon la fuerza de las mareas.
De introducción más tardía, son los molinos de viento que llegaron a la península por el siglo XVI.
Dependiendo del uso o materia transformada podemos distinguir varios tipos de molinos:
Cerealeros: los molinos de maíz se distinguían de los molinos de trigo, ya que las piedras de molino de estos últimos eran más finas que las utilizadas para los primeros. Los molinos de trigo solían llamarse molinos blancos.
Los Molinos de Aceite: se utilizaban en lugares donde la climatología permitía el cultivo del olivo. De esta forma se obtuvo el aceite vegetal, un producto escaso tanto en la agricultura como en la gastronomía gallega. Estos molinos eran impulsados por tracción animal (bueyes, vacas, caballos, etc.). Desconocemos la existencia de molinos de este tipo, aunque en Galicia hubo muchos olivos hasta el siglo XV.
Otro tipo de molinos están vinculados a la industrialización de los siglos XVIII y XIX, como los molinos de corteza, que solían moler la corteza de roble o castaño para teñir las pieles de las curtidurías. También usaban molinos, que se llamaban martillos, para mazar pieles. Tenemos un ejemplo de este tipo en las Brañas del Sar donde la conocida como Casa de Martelo lleva mucho tiempo abandonada y que batían las pieles de la curtiduría de Picaños. Otros molinos se utilizaron en molinos de papel como el que podemos ver en el límite del municipio de Santiago con Ames, en el lugar conocido como O Pego, en la confluencia de Roxos con el Sar. Los mismos principios fueron aplicados para aplastar piezas de vidrio en la fabricación de este material.
Hacia mediados del siglo XX aparecieron los molinos utilizados como centrales eléctricas, en Aríns podemos encontrar el Molino de Baluxa y la fábrica de luces en A Fervenza.
Desde el punto de vista de la propiedad, se distinguen los molinos de un solo propietario o de maquía (este era el precio que tenían que pagar al propietario), y los de propiedad compartida conocidos como de herederos o socios.